Todo parece indicar que contradiciendo
a la famosa canción que hablaba del sol del 25 que venía asomando,
aquel día de mayo de 1810 amaneció lluvioso y frío, aunque claro, la
“sensación térmica” de la gente era otra. Grupos de vecinos y milicianos
encabezados por Domingo French y Antonio Beruti se fueron juntando
frente al Cabildo a la espera de definiciones. Y para terminar
definitivamente con la duda metódica, sí, había algunos paraguas, no
muchos porque aquellos artefactos conocidos en Europa por los menos
desde el siglo XVIII, eran bastante caros en Buenos Aires; así que los
que podían se cubrían con capotes y los que no, como siempre, se
arreglaban como podían.
Cuando los hombres de la Legión Infernal se percataron de
que agentes de Cisneros se estaban infiltrando en la muchedumbre 1, French y Beruti
pidieron a su gente que llevaran en los pechos distintivos. Cuenta un
testigo anónimo:“En dicho día se vio que en lugar de las cintas blancas
del primer día, y ramo de olivo del segundo que se pusieron los de la
turba en el sombrero, gastaron cintas encarnadas”. 2 Es decir: cintas hubo,
pero ni celestes ni blancas, y si las queremos comparar con algo
actual, no pensemos en los actos escolares, sino más bien en los
brazaletes de quienes se encargan de evitar colados indeseables en una
marcha de protesta o un piquete.
En una de sus piezas teatrales, Juan Bautista Alberdi
imaginará la siguiente escena:
“French: ¡A ver, a ver: que vengan esos negros, que se
incorporen a nosotros, que se mezclen con el pueblo! Ellos también son
nuestros hermanos. Hijos de la libertad y de la Patria, ellos también
están en el deber de pelear por la conquista de sus santos derechos.
Que vengan, sí, son nuestros hermanos. No hay colores, ni ante Dios, ni
ante la Patria. Uno solo es el linaje de los hombres; la palabra negro
no está escrita en el Evangelio. También para ellos se ha levantado el
Sol de Mayo: a su fecunda luz de hoy más adelante, o todos los hombres
seremos iguales y hermanos, o todos dormiremos hermanos en un común
sepulcro.” 3
El cuartel general de los patriotas se estableció en la
casa de Azcuénaga, situada en la esquina de las actuales Hipólito
Yrigoyen y Defensa, con excelente vista a la propia Plaza Mayor.
Siempre se quiso envolver en misterio lo que pasó aquel
histórico 25 de mayo, pero vamos a recordarlo paso a paso.
El Cabildo se reunió a las 9 y trató en primer lugar la
renuncia de Cisneros. Los recalcitrantes que todavía dominaban la
institución intentaron resistir y, a través de Leiva, argumentaron que
el Cabildo no estaba en condiciones para delegar la autoridad. Con su
habitual espíritu “democrático”, opinaron que el petitorio presentado
por el pueblo no debía influir en las decisiones. Seguidamente, aunque
usted no lo crea, propusieron que la finada junta trucha presidida por
Cisneros reasumiera sus funciones y que los comandantes se dispusieran a
reprimir el descontado desborde popular a sangre y fuego y a fusilar a
algunos cabecillas como escarmiento. 4 Los muchachos reunidos en lo de Azcuénaga tenían sus
informantes, que comunicaron las barbaridades que se estaban planteando
en el Cabildo. Esto inmediatamente provocó una especie de avalancha
sobre el edificio y un grupo compacto y bien pertrechado, encabezado
por Chiclana y French, logró copar la galería de la planta alta. Leiva
seguía perdiendo tiempo, en su papel de conquistador indignado con los
sudacas que osaban rebelarse contra trescientos años de “maravillosa
administración española”, y lanzaba frases típicas de quien sabe que
está en el horno: “¡Qué atrevimientos son éstos! ¡Qué insolencia!”.
Dice el acta del Cabildo: “Estando en esa sesión la gente que cubría
los corredores dieron golpes por varias ocasiones a la puerta de la sala
capitular, oyéndose las voces de que querían saber lo que se trataba” 5. Hasta que se abrió
una ventana y el síndico procurador se encontró con la cara de pocos
amigos y los insultos de los “irreverentes” muchachos de la Legión
Infernal –esos a los que quería fusilar-, a los que se atrevió a
preguntarles: “¿Qué pretenden?” La respuesta fue contundente: “la
renuncia efectiva de Cisneros”.
En esos momentos entraron a la sala capitular Saavedra y
Beruti. El jefe de los Patricios aclaró que sus tropas no moverían un
dedo para reprimir al pueblo. Sí accedieron a que se retirase parte de
la gente. Cuando la plaza se fue vaciando, el desubicado de Leiva no
tuvo mejor idea que asomarse otra vez al balcón de sus desgracias y
preguntar: “¿Dónde está el pueblo?”. Le contestó Antonio Luis Beruti,
escoltado por algunos “infernales”:
“Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos
en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces. Si
hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar
desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está
armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en
otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la
campana y si es que no tiene badajo nosotros tocaremos generala y verán
ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no!
Pronto, señores, decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a
sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano,
no responderemos de nada.”
Ahora sí, el actuario del Cabildo se decidió a leer el
petitorio presentado la noche del 24 y los integrantes del cuerpo
aprobaron su contenido. El virrey quedaba finalmente destituido de todo
tipo de mando y se nombraba a una nueva Junta de Gobierno que asumiría a
las tres de la tarde de aquel mismo día 25.
Alberdi concluiría así su “crónica dramática”:
“French: Demos gracias a los franceses que, en el otro
continente, han probado la impotencia de nuestros tiranos, y a los
ingleses que en el nuestro han probado el poder de los americanos; la
conquista en ambos mundos ha ocasionado nuestra libertad; de la
injusticia ha nacido la independencia: los tiranos han creado las
libertades de la tierra. Pretendieron ser nuestros amos: hoy somos sus
iguales. En recompensa de sus balas les brindamos nuestra hospitalidad.
”Beruti: Compatriotas: En nombre del entusiasmo que abrasa
mis entrañas, y del calor de los valientes que he tenido el honor de
presidir en esta jornada inmortal, yo me tomo la misión de decretar que
nadie pegue sus ojos en esta noche de gloria: el pueblo que duerme
impasible el día que ha roto sus cadenas y no se enloquece, y no se
embriaga, y no se enajena y perece de gusto, es un pueblo indigno y
frío, que no tardará en volver a ser esclavo. Yo decreto, señores, a
nombre del honor de ustedes mismos, que durante las horas memorables de
toda esta noche, resuene un cántico continuo y universal al Dios que
ha roto nuestras cadenas.
”Todos: ¡Cúmplase! ¡Viva el denodado Beruti!
”Una voz: ¡Señores: comienza a llover ya, y no podrá tener
lugar ese decreto!
”French: Si la lluvia, en vez de ser agua fuese plomo, más
alto cantaríamos todavía. Esta lluvia es un regalo oportuno del cielo,
para aplcara el incendio voraz que nos abrasa. Si no lloviese,
arderíamos.
”Vieytes: ¡Tiranos: vosotros que no podéis contemplar la
faz del pueblo sino con los ojos de la sospecha y del encono; vosotros
que no conocéis el dulce imperio de una sonrisa ingenua de sus labios,
comeos de envidia y de desesperación al contemplar el cuadro inefable de
un gobierno que se confunde con familiaridad y con amor en los rangos
del pueblo que le idolatra y que sabrá perecer por mantenerle!”
6 (…)…aquel 25 de mayo de 1810, Mariano Moreno, a quien ya al
asumir empezaba a asfixiarlo la máscara de aquel rey infame y traidor a
su pueblo, mirando al futuro, necesitó decir en el momento en que
juraba como secretario de Guerra y Gobierno:
“La variación presente no debe limitarse a suplantar los
funcionarios públicos, e imitar su corrupción y su indolencia. Es
necesario destruir los abusos de la administración; desplegar una
actividad que hasta ahora no se ha conocido; promover el remedio de los
males que afligen el Estado; excitar y dirigir el espíritu público;
educar al Pueblo; destruir sus enemigos y dar una nueva vida a las
provincias. Si el gobierno huye al trabajo, si sigue las huellas de sus
predecesores conservando alianzas con la corrupción y el desorden,
hace traición a las justas esperanzas del pueblo, y llega a ser indigno
de los altos deberes que se le han encomendado. Es preciso pues
emprender un nuevo sendero en que lejos de hallarse alguna salida, será
necesario practicarla por entre los obstáculos que el despotismo, la
venalidad y las preocupaciones han amontonado después de siglos ante
los progresos de la felicidad de este continente. Después que la nueva
autoridad haya escapado los ataques a que se verá expuesta por sólo la
calidad de ser nuevo, tendrá que sufrir los de las pasiones, intereses e
inconstancia de los mismos que ahora fomentan la reforma.”7
1 Cisneros hacía el papel de
renunciado resignado, pero como veremos, desde la misma noche del 24
comenzó, confiando en la colaboración ofrecida por Liniers, Elío y el
virrey del Perú, a preparar la contrarrevolución.
2 Anónimo, “Relato de la
Revolución de Mayo (Según un manuscrito de la época, de la colección
Carranza)”, en 25 de Mayo: testimonios, juicios, documentos
cit., pág. 16.
3 Juan Bautista Alberdi, La
Revolución de Mayo. Crónica dramática, Universidad
Nacional de Córdoba, Córdoba, 1960. Alberdi aclaraba: “Se puede hacer
caricaturas de Mayo sin ofensa, como se puede parodiar el cielo sin
suceso. […] No se puede decir que esta crónica sea toda verdadera, ni
toda falsa. A ser pura realidad, no se habría apellidado dramática; y
si hubiese sido enteramente fantástica, no se habría titulado crónica.
[…] Se ha convenido en que era la mejor forma para iniciar en las cosas
serias, a las inteligencias ligeras y poco capaces de atención
intensa. […] La parte histórica se ha tomado casi literalmente de las
actas y de las memorias; la parte fantástica, de la tradición popular”.
4 Estos recalcitrantes serán
los mismos que poco tiempo después acusarán a la Junta de sanguinaria
cuando fusile a Liniers y sus cómplices.
5 Actas del Cabildo, op.
cit.
7 En Orlando M. Punzi,
“Moreno, periodista”, Todo es Historia, Nº 157, 1980.
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